Oídos tapados, boca cerrada. No entran, ni salen de este lugar. Las luces se bajan y el ruido molesto desaparece, las sombras se hacen continuas y las pisadas se marcan hundiendo la tierra. Mis manos se congelan, y los ojos no paran de derramar sangre, sangre de vida, sangre de temor. Vuelvo a mirar el árbol que envejece, envejece como mis recuerdos, y se despedaza como mi piel.
Roja es la pared de mi habitación, la quise así desde que descubrí que era mi color favorito, roja como el color de mis lágrimas, y la sangre que corre por mi cuerpo. Roja como la rosa que me regalaron alguna vez, o un vestido que me hizo creer que podía pertenecer a un cuento. Un cuento que leí con tanta ilusión, el cual quise que fuera parte de mí. Parte de mi, yo quisiera que todo esto fuera parte mí, el cuento, la rosa roja o solo un vestido.
Ahora las lagrimas ya no salen, la rosa se marchito, el vestido esta guardado, el cuento se quemó y mi pared sigue siendo roja.
Roja es la pared de mi habitación, la quise así desde que descubrí que era mi color favorito, roja como el color de mis lágrimas, y la sangre que corre por mi cuerpo. Roja como la rosa que me regalaron alguna vez, o un vestido que me hizo creer que podía pertenecer a un cuento. Un cuento que leí con tanta ilusión, el cual quise que fuera parte de mí. Parte de mi, yo quisiera que todo esto fuera parte mí, el cuento, la rosa roja o solo un vestido.
Ahora las lagrimas ya no salen, la rosa se marchito, el vestido esta guardado, el cuento se quemó y mi pared sigue siendo roja.